Hace aproximadamente un año, en una estación de autobuses, ella me confesó que me quería, y yo la rechacé.
Pasado el tiempo, me di cuenta de lo estúpido que había sido al dejarla ir, al alejarla de mí.
Pero no puedo culparme, seguía amando a mi primer amor, Sandra, y la obsesión por ella no me permitía escarbar más dentro, ahí donde Kat era alguien más importante para mide lo que yo pensaba.
El tiempo me ha traído a su encuentro de la manera más desagradable, vestido de negro y con un ramo de flores para su mamá que yace dentro de un ataúd.
Es cierto que perdimos contacto, que casi no hemos hablado, y que no volvimos a salir. Pero pensé que eso no sería impedimento para que siguiera guardando sentimientos hacia mí.
Y ahora, la veo sollozando en los brazos de otro, en alguien que SIEMPRE ha estado ahí para ella.
Hace un año yo era su número uno, pero con la distancia y mi estupidez, ahora soy el número tres.