Y estaba hay sentada con las manos entre sus piernas, tapándose el rostro con su enredado cabello largo y abundante, su cálida piel con tono pálido, sus ojos oscuros y penetrantes, mostrándose ante los demás como una chica fría e insegura, y así es, ante los ojos de los ciegos, pusilánimes que no pueden ver más allá de su estúpido ego y arrogancia, no ven que aquella mujer guarda el demonio entre sus piernas sediento y a la espera de la persona que pueda saciar sus más oscuros y ocultos placeres, solo quiere que la piel de alguien más roce la suya, que se apodere de su cuerpo, la haga suya, que el placer y la juria llegue hasta el lugar más recóndito de su ser, solo quiere sentirse deseada, dejarse llegar al orgasmo, que su cuerpo este cubierto con el sudor de ella y de su amante y así llegar al glorioso clímax, solo quiere escapar de esa maldita jaula física, que la mantiene encerrada.