Dios demoníaco
  • LECTURAS 413
  • Votos 20
  • Partes 5
  • LECTURAS 413
  • Votos 20
  • Partes 5
Continúa, Has publicado oct 26, 2015
"En el pasado habían dioses demoníacos que vivían controlando el llamado nuevo mundo sin que los ángeles de Dios o ángeles caídos intervinieran en sus labores y ambiciones; recibiendo almas y vidas a cambio de favores y ayuda, eran un solo clan que llevaba el nombre de la mas bella ave del "nuevo mundo" así como el mas poderoso de los dioses demoníacos..."



 Después de tanto tiempo en ese lugar por fin salió, ese chico peliverde al fin dejó esa brecha dimensional en la que entrenó por 7 años con sus compañeros y donde se volvieron poderosos tanto como los poderosos dioses que habitaban el nuevo mundo desde tiempos antiguos.


Los personajes son mios pero no la trama, está basada en el anime y novelas ligeras "High school DxD" de Ichei Ishibumi
Todos los derechos reservados
Regístrate para añadir Dios demoníaco a tu biblioteca y recibir actualizaciones
O
#207riasgremory
Pautas de Contenido
Quizás también te guste
Quizás también te guste
Slide 1 of 10
Bajo tu Dominio  cover
One Shot (En Edición) cover
One-shots Peter Parker - Irondad cover
EL IMPERIO DEL DRAGÓN [BORRADOR] cover
La perdición de los Walker +18 cover
relatos eroticos cover
Código Rojo cover
Possessive cover
MIA // Freenbecky(G!P) cover
⸺ 𝗖𝗟𝗜𝗖𝗛𝗘   |  MILKLOVE  cover

Bajo tu Dominio

86 Partes Continúa

No la buscaba a ella, ni siquiera me parecía importante su jodida existencia. Pero la vi. Y eso lo jodió todo. La primera vez que vi a Anastasia, no fue una elección. Fue una coincidencia. Una de esas que se clavan en la piel y te carcomen la cabeza. No era especial. No era alguien que mereciera mi atención. Y, sin embargo, en cuanto la miré, no pude dejar de hacerlo. Me obsesioné. Como un puto animal en busca de presa, la seguí con los ojos, con el pensamiento, con cada maldito resquicio de mi conciencia. No había razón lógica. No había un propósito más allá del deseo irracional de verla temblar. Anastasia no lo sabía, pero ya era mía. Y cuando finalmente la tuve frente a mí, cuando supe que no podría escapar, entendí algo: no era solo deseo. No era solo obsesión. Era el placer retorcido de poseer algo que nunca debí tocar.