Era un día como cualquier otro: las vacaciones de enero, jugar con los amigos en la calle... Para Vanessa todo era normal. Hasta que vio doblar la esquina a un auto y un camión de mudanzas. Del auto se bajó una familia entre ellos, una niña de su misma edad, de ojos cafés, con un gato negro en una jaula. Y mientras observaba intrigada la mudanza, Vanessa notó que la nueva vecina ahora tenía los ojos color violeta. Desde ese momento, su vida no volvió a ser la misma.