- Mamá - la pequeña Diane se encontraba parada en el marco de la puerta de la habitación de sus padres por tercera vez en la noche. - ¿Qué pasa, Diane? - pregunto su madre. - Otra vez, es él de nuevo - respondió Diane. - ¿Quién? - era la segunda noche que Diane le decía que alguien estaba en su habitación. - El chico de ojos miel, ya le he dicho que se vaya pero sigue ahí, tengo miedo - . - Cariño, no es nada, vuelve a dormir, mañana tienes que ir a la escuela - dijo su madre. Diane hizo caso omiso a lo que su madre le había dicho y continuó de pie en la puerta. - Diane, a dormir, rápido - dijo esta vez poniéndose de pie para llevar a su hija a la habitación. Una vez dentro Diane dijo: - ¿Lo ves? Aun está aquí, dile que se vaya. - - No hay nadie, vamos, sube a la cama - Diane subió resignada, su madre la arropó, le dio un beso en la frente y se marchó. - No hay porque tener miedo, ¿acaso has olvidado cuando jugábamos? - se escuchó una voz en la esquina de la habitación. Diane se cubrió con la manta, luego de un rato cayo en un profundo sueño.
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