Un suspiro salió de mis labios. No tenía ningún sentido resistirme y retardar lo que era inevitable. La sensación era indescriptible, la podía sentir recorriendo mis venas. La oscuridad se iba deslizando triunfante por todo mi cuerpo. Su danza era tan embriagante y seductora, que me hacía doblegarme del dolor. Pude sentir el arrullo de las tinieblas llamándome desesperadas hacia ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Mi corazón se desgarraba. Todo lo hacía por él, porque no podía soportar perderlo, porque era lo más prodigioso que mi vida había anhelado, porque me llevaba de la cordura a la locura en un segundo, porque simplemente, era la más sublime luminiscencia que había llegado a mi vida.