Me siento extraño con cada paso que doy. Me siento mareado y completamente desorientado. Esto no sucedió, es solo un mal sueño. Se que mi madre entrará en cualquier momento y me despertará para ir a desayunar e ir a la universidad para partirme la cabeza con complicados problemas de álgebra o tal vez sea solo aguantarme a esos compañeros pesados pero divertidos. Pero, no pasa. Sigo aquí en este puente, lleno de ratas y un cuerpo que yace sin vida a mi lado.
Todo era normal, un día común, vida común, universidad común, con mis mejores pero comunes amigos. Solíamos ir al parque Victoria, Ángela y José. Nos quedábamos hasta tarde bromeando sobre profesores o sobre cuan poco falta para graduarnos y empezar de verdad este viaje llamado vida. Pero eso no sucedió hoy. José tenía que cuidar a su hermano porque sus padres se iban de viaje a Cancún por su aniversario, y Victoria y Ángela fueron al centro para ir a escoger sus vestidos de graduación. Como yo nunca me llevé bien con esperar a mi madre comprar ropa decidí no ir con ellas, y el hermano de José tampoco era una buena opción porque tenía sarampión y a mi nunca me había dado.
Para mi sorpresa estaba solo así que fui a alimentar a los patos en el lago del parque. Nunca había ido, no me gustaba mucho nadar y ese siempre fue mi temor, pero ya que no estaba ansioso por llegar a mi casa me paseé por allí. Me senté en uno de los bancos cerca del lago para poder comer mi almuerzo, y de pronto la vi. Era hermosa, un cuerpo escultural, blanca como la leche, cabello pelirrojo, y ojos tan azules que podrías perderte en ellos y nunca regresar. Estaba desnuda, arrodillada al otro lado del lago. Me moví para verla mejor, y conforme lo hago puedo ver que no está sola. Veo a un niño y mucha sangre. En su cuerpo, en la cara de ella, y muchas partes del cuerpo que no conocía. De pronto me doy cuenta de que ella se lo esta comiendo.
Saint Adofaer es un hospital psiquiátrico de alta seguridad donde habitan los monstruos más oscuros de la mente humana: asesinos, manipuladores, criminales que se esconden detrás de una máscara de enfermedad.
Anthony Cadwell, un joven residente de psiquiatría, llega con un propósito claro: explorar los límites de la locura y entender lo incomprensible. Pero Saint Adofaer no es un lugar para comprender, es un lugar para resistir. En sus pasillos helados y bajo las luces estériles, conocerá a siete pacientes, cada uno una grieta en la humanidad, cada uno una forma distinta de perder la esperanza.
Pero será su última paciente quien lo marque para siempre. Una historia que sobrepasa todo diagnóstico, y que le enseña una verdad inquietante: los libros de medicina no lo enseñan todo.
¿Qué sucede cuando aquello que intentas salvar te susurra que nunca debió ser salvado?