Me llamo María y nací un frío dieciocho de enero de mil novecientos cuarenta, en la villa de Monçao o Monzón, perteneciente al distrito de Viana do Castelo, y situada al norte de Portugal. Antiguamente era un pequeño pueblo rodeado por una muralla y un castillo, como casi todos los que limitaban de alguna manera con España, como símbolo de la lucha por las fronteras. Esta tierra arrastra una leyenda desde las Guerras Fernandinas, sobre el año mil trescientos sesenta y nueve, cuando enfrentaron a Fernando I de Portugal y los reyes castellanos de la casa de Trastámara, por el trono de Castilla. Los castellanos habían impuesto asedio del pueblo de Monzón, cerco que duró demasiado tiempo. En el interior de los muros escaseaba la comida y los oponentes también estaban con escasas provisiones, empezando a estar desmoralizados. Necesitaban buscar una salida pero nadie era capaz de pensar con nitidez, y estaban barajando la opción de rendirse. Fue entonces, cuando a la esposa del Capital General de Monzón y alcalde de la Villa, se le ocurrió una idea formidable. Lanzar panes hechos con la última harina que había en la fortaleza hacia el invasor, dando a entender al enemigo que vivían en la abundancia y, frenando así, sus intenciones. Al mismo tiempo gritaban «Deus o deu, Deus o há dado», que significa, “Dios lo dio, Dios lo ha dado”. Ante la acción valiente de Deu-la-deu Martins, los españoles levantaron el asedio al creer que en el interior de los muros había mucha resistencia. Por eso motivo, en el escudo de armas de Monçao, aparece una mujer en la torre de la fortaleza con un pan en cada mano, y la divisa de la villa hace referencia al nombre de esta heroína. También hay una plaza con su nombre y una estatua en su honor en el centro del pueblo, del escultor Joao Cutileiro...