Más allá del Septentrión, Vohemya Zamatos yace en su peor momento.
La Corte Índiga, que antaño fue la fortaleza en la que los senadores toringios se reunían para definir las decisiones geopolíticas del territorio, se ha vuelto un hervidero de chismes. Repleta de individuos estrafalarios que no tienen mayor oficio que ventilar secretos ajenos y entablar maquinaciones banales, dista mucho de ser la cabecilla estratégica del reino, dejando al azar la protección del territorio más fértil del Hemisferio Conocido.
Asimismo, con un rey que nunca ha salido del Castillo del Vidente, y mucho menos fraternizado con una población campesina dispuesta a abogar por cualquier causa que le asegure mejor calidad de vida, la coyuntura vohemya no resulta alentadora.
Susceptible a ser abatida por cualquier ataque extranjero, así como por una guerra civil, el reino más al Norte del mundo tiene las horas contadas.
Y tres individuos, cuyas vidas se vieron truncadas por la regencia del Primer Dárdaro, están dispuestos a aprovecharlas.
Obra registrada en Safe Creative. Código de registro: 1603096832242
Samantha Rivera y María Victoria Arellano.
No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes y actitudes contrarias. María Victoria era dueña de si misma, Samantha era una chica insegura. Sus manos parecían ser hechas como piezas exactas para encajar una con otra, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección.
Samantha era su pequeña.
Está historia no me pertenece, todos los derechos a su autor original.