Después de casi 15 años de amistad, Jack y Robert lo saben todo el uno del otro. Saben cómo el otro piensa y actúa. Saben lo que les gusta y lo que no. Tenían una conexión tan especial que en ocasiones no hacían falta palabras para comunicarse. Cuando Jack se siente mal, a Robert solo le hacía falta mirarle a los ojos para saberlo. Y cuando Robert se sentía perdido y no sabía que hacer, Jack sabía exactamente que palabras decirle para volver a sacarle una sonrisa. Eran prácticamente inseparables. Sin embargo, con la llegada de la adolescencia se abre para ellos una nueva etapa de sus vidas en la que tendrán que enfrentarse a unos sentimientos totalmente desconocidos para ellos. Y, mientras ambos construyen una bonita historia, el ciprés que les vio crecer seguirá siendo tan majestuoso como siempre.