Mientras otros niños dormían plácidamente y soñaban con castillos y dragones, Lilith se mantuvo despierta, hablando con las sombras que, entre susurros, le contaban historias.
Y Lilith amaba las historias.
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"-¿y cómo acaba? - La niña no podía creer que la sombra, aquella de ojos rojos y de apariencia aterradora, no le contara el final. Pero Muerte, se acercó a ella y con su garra, que tiempo atrás no era ni tan peluda ni tan grotesca, le acarició la mejilla.
- Tranquila, niña. Estaría encantado de desvelarte lo que sucede a continuación, pero tú eres la única que sabe como acaba. - La voz grave y pausada de la sombra no la asustó, hacía ya tiempo que la había dejado de temer, pero en ese momento, la niña no pudo sentirse más confundida.
- Pero... pero yo no conozco el final. ¡No puedes dejarme así! - La sombra, que hasta el momento no era más que eso, sombra, hizo desaparecer su garra y convirtió su dedo en hueso.
- Claro que lo sabes. Lleva contigo todo este tiempo, justo ahí. Solo debes aprender a mirar. - Largo y acusador, Muerte señaló a su corazón. Lilith por su parte, miró y palpó su pecho, pero nada encontró. Y cuando levantó la vista para preguntarle... la sombra había desaparecido."
"Todo fue tan espontáneo, tan natural, que ha ninguno de los dos nos pareció raro que, de pronto, mi mano estuviera en su mano y que nos miraramos a los ojos como dos tontos."
_Mario Benedetti