Él no quería escuchar más lo que le estaban diciendo, ni mucho menos recibir aquellos duros golpes. Él solo quería correr y hacerse volita en algún rincón de su habitación. Sentía su corazón tan acelerado. Otra paliza más, otra mentira más a su madre. Sus lágrimas salían a ríos, sus oídos zumbaban del terror que sentía.