-No te preocupes- repone con una sonrisa; a continuación le da dos besos inesperados- Es mejor que regreses a casa, no vaya a ser que tu agaporni vuelva a irse de marcha. -Creo que es un poco tarde para pedir disculpas. «Espero que sea feo, desagradable y todavía más bajito que yo.» En cambio, a pesar de que siempre comenta que la verdadera verdad no está en quien la dice sino en quien la cree, le duele engañarla una y otra vez. Salgo a comprar galletas gigantes de dinosaurio, niña. Ah, no sonrías que me enamoro. -Te mereces un premio por ese beso top diez- afirma divertida. -Hola, pequeño- le dice como si hablara con un bebé. Después, le silba- ¿A que tú quieres que tu dueña me perdone de una vez? -¿Qué ha sido de aquella jovencita con mechas que se sonrojaba hasta cuando le preguntaba la hora?