Ella era de esas que salía todos los sábados de fiesta; y se ponía hasta el culo, de esas que se reían hasta que le doliera el estómago de tanto reír, y qué preciosa estaba entre esas sonoras carcajadas. De esas que tenían bajones y no paraba de llorar, y aún así se secaba las lágrimas y salía; te acojonabas al ver su mortífera sonrisa. De esas que no se paraban a pensar por qué sí o; por qué no, hacía lo que la daba la gana, y qué loca estaba, joder. Y ya no hablemos de lo guapa que estaba entre gemidos. O de esas noches enteras sin dormir. Y como olvidar el vaivén de sus caderas, mientras caminaba desnuda por mi pasillo; o de sus ojos color café. Porque la encantaba la lluvia, bailaba bajo ella y gritaba hasta quedarse afónica, como una niña pequeña. Y esque, no había forma más bonita de matarse que no fuera la curva que unía su cabeza y su precioso hombro.