Prólogo
El viejo sacerdote se tropezaba una y otra vez con su túnica roja y sus quebradizas alas negras. Se precipitaba por los oscuros y espaciosos pasillos de su templo, cansado y desesperado. Solía detenerse cada pocos pasos para recuperar el aliento, y echar la vista hacia atrás con la esperanza de perder de vista a su perseguidor. Pero, desgraciadamente, el anciano sacerdote siempre se encontraba con la figura encapuchada, que lo seguía muy lentamente y que también procuraba parar cada poco.
-¡Jamás te entregaré el libro! -había jurado unas horas antes y tras una larga pelea en la cual, ambos habían resultado malheridos. En un momento determinado, el ser encapuchado, con las manos arrugadas y llenas de ampollas, le había arrancado el libro.
Su perseguidor no iba a matarlo, al menos aún y el anciano lo sabía: le necesitaba.
Cuando horas antes aquel individuo había irrumpido en el sagrado y prohibido templo, los presentes: guardias y sacerdotes habían adivinado sus intenciones. Habían intentado detenerlo, por medio de hechizos, armas de fuego y combates a cuerpo, pero no lograban minar su avance hacia Pyrios, el viejo sacerdote y guardián del lugar.
Pyrios lo veía recorrer todas las salas y vencer a todos los guardias y magos que se le presentaban. El sacerdote se había adelantado a él y había buscado entre los tomos prohibidos aquel que el ser encapuchado buscaba. Los libros estaban ordenados en salas ocultas, llenas de maldiciones, pero sabían que aquellas cosas no iban a detener al irrupto. Luego, había salido de las salas y lo había encontrado de frente, y sin nadie que lo pudiese defender, Pyrios se había enfrentado a él.
Ahora, malherido, Pyrios se arrastraba como podía, intentando llegar antes que el ser maldito hasta una de las tres estancias más importantes del templo. De vez en cuando, el sacerdote lanzaba ataques ofensivos hacia su perseguidor, pero éste, débil, aún podía evitarlos.
-¡Maldito! ¡Te condenaré!
(...
Cuando Teresa Chávez muere a manos de Fernando, su historia debería haber terminado. Pero en ese mismo instante, en un lugar muy lejano, Bella Swan también fallece, consumida por la depresión tras el abandono de Edward Cullen.
Contra toda lógica, el alma de Teresa despierta en el cuerpo de Bella, sin recuerdos de la vida de la joven en Forks. Para ella, sigue siendo Teresa: inteligente y determinada. Pronto descubre que la chica en la que ha renacido es hermosa pero sin estilo, por lo que decide transformar su imagen antes de regresar a la escuela. Sin saber nada de los Cullen, de Jacob o de su pasado amoroso, Teresa está lista para escribir su propia historia en este nuevo mundo... y esta vez, no piensa cometer los mismos errores.