-Quizás estemos destinados a estar juntos para siempre -Le dije con una sonrisa en el rostro, mi barbilla recargada en su pecho y pasando las yemas de mis dedos por su cara. El acariciaba mi cabello y lo situaba de vez en cuando detrás de mi oreja. Nos encontrábamos tumbados a la luz de la luna en la sección c de los campos de calabaza pertenecientes a mis padres. -Me gusta tu forma de pensar -respondió dedicándome una de sus sonrisas traviesas. -A mi me gustas tu -dije en voz baja. El ensanchó su sonrisa y pegó sus labios a los míos. El para siempre se veía muy cercano a nosotros en ese momento. En ese momento nada más.
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