La mente es un mecanismo traicionero. Puede ser nuestra arma o la razón de nuestra destrucción. Los recuerdos son frágiles, son lo que nos hace ser quienes somos, son lo que nos da nuestra personalidad.
¿Pero qué pasa si se nos son arrebatados?
A veces, simplemente se van.
A veces, la mente lo hace para protegernos.
A veces, la gente sólo olvida. Y deja atrás todo para comenzar de nuevo.
¿Por qué, qué puedes hacer si no recuerdas quién eres?
Y estos recuerdos, estas memorias, ya sean momentos preciosos; los días más felices o los más grises son borrados de sus vidas para siempre. Encerrados en un baúl cerrado bajo mil llaves en lo más oscuro de nuestras cabezas.
Pero también, así como se olvida, se recuerda. Porque el destino es traicionero. O misericordioso. Depende del lado del que se esté. Llámenlo segunda oportunidad, o simplemente coincidencia. El nombre no importa.
Lo que importa es, que aunque ellos no los sepan, eso fue lo que los volvió a juntar.
Él perdió a su alma gemela.
Ella nunca regresó, realmente.
Él murió lentamente cada día que esperó su regreso.
Ella se alzó por sobre las cenizas del recuerdo.
Y él volvió a vivir.
¿Final feliz o simplemente el destino?