Él era un problema. Se supone que los problemas se alejan. Pero yo sólo podía acercarlo más y más. Juntar mis labios con los suyos, que la mayoría de las veces tenía sabor a alcohol. Justar mis manos con las suyas, llenas de moretones gracias a sus incontables peleas callejeras. Juntar mi pequeño cuerpo con el de él, y dejar que sus fornidos brazos me sostuvieran.