allí estaba yo y allí estabas tú con cinco segundos de silencio de por medio que no tardaste en rellenar por necesidad o por costumbre hacía casi el olvido desde que no nos teníamos tan palpables el uno al otro y con muchas reflexiones desde aquella despedida, te abracé y tuve miedo y me sentí como en casa de una jodida vez y fue como un abrazo de aeropuertos pero duró menos de lo que pude soportar y vacilé como quien no sabe si dar dos besos o dar la mano, como quien no entiende por qué la vida es a veces tan injusta y por eso al marcharte no te seguí con la mirada, aunque no te creas que esa no ha sido la cosa más valiente que he hecho nunca.