Hubieron una vez dos princesas, con coletas torcidas y helado embarrado en el rostro. Con un pasado que las unió de la mejor, y peor, manera posible. Aquellas pequeñas princesas tenían un sueño, que fue creciendo junto a ellas, y que terminó superándolas en tamaño; ambas pequeñas perdieron partes de su vida, que fueron enterrados en lo más profundo de sus recuerdos. Pero ellas seguían allí, juntas, afrontando todo lo que les llegaba y resistiendo las tormentas que planeaban hacerlas caer.