YoungJae se enamoró de una voz. Una voz que representaba una idea. Una idea que era más un ideal. Un ideal que, cuando lo tuvo en sus manos, nunca quiso dejar ir.
Al principio fue un idílico cuento de hadas repleto de una felicidad desbordante. Amó y fue amado de igual manera, pero llegó el día en que su fantasía, ingenua e inocente, acabó.
DaeHyun nunca dio razones, nunca se molestó en explicar porqué decidió destruir lo más hermoso que alguna vez le ocurrió, pero lo hizo y, cuando quiso arrepentirse fue demasiado tarde.