Aquel día todo parecía tan normal, un día como cualquiera, pero de un momento a otro los gritos se hicieron presentes adueñándose de los pasillos de aquel lugar. Y allí estaba ella aferrada a mí para salir de allí; era valiente, era débil, era jodidamente irresistible y la quería, pero me di cuenta cuando ya era demasiado tarde, cuando yo ¡maldita sea! Cuando yo la abandone.