Él reconocía perfectamente esa angustia disfrazada de rabia, esa manera de fingir odiar a los demás cuando en realidad odiaba a la vida, y a si misma.
Y quizás no del todo, pero la conocía. O solía hacerlo.
Ella solo quería que todos se alejaran. Estaba cansada de que las personas que la rodeaban la lastimen o salgan lastimadas, de que la abandonen, de que la decepcionen, de decepcionar, de no entender su realidad, o siquiera a si misma. Había llegado a la conclusión de que nada bueno podría salir de la conexión entre ella y el mundo, de que ella era inconscientemente peligrosa y el mundo era increíblemente complejo. Estaba demasiado cerca del límite entre la realidad y las alucinaciones, ya nada tenía sentido, no sabía porque seguía, pero lo hacía. Quizás había un poco de esperanza en ella, quizás tan poca que ni ella podía verla, eso quería pensar él. Y quizás tenga razón, quizás ahora las cosas puedan mejorar... O quizás se equivoque, como siempre.
Después de unos meses me volví a enamorar. Sofia y sus ojos verdes me hipnotizaron, me volví esclava de ella, de su forma de amar, de su bondad, de su sonrisa, de su forma de hacerme el amor. Aquella mujer de 36 años se robó mi corazón por completo.