El tipo me tenía sin cuidado, no me importaba en lo más mínimo, aunque de lejos se me hacía un tanto familiar, también vulgar y corriente. No le di importancia, ni me intereso descubrir si era un matón a sueldo o un sicario de la mafia que me perseguiría por solo mirar a su mujer. Era la habitual imprudencia de la juventud o los hervores de la sangre como diría el asesino que asesino a su tío. Sin embargo lo que si vi, y con especial cuidado; fue cuándo y cómo se despedía de ella, fue justo cuando anunciaban mi salida. Se dieron un beso en los labios, frio a mi parecer, un beso de abril, un beso de mañana, un beso que no atravesó la fina capa de piel del labio que lo prodigaba. Un te quiero quizás, o tal vez un te amo, una mirada de complicidad o quizás de reproche y luego un beso más de parte de ella, esta vez como buscando lo que no hallo en el primero, o lo que dejo con el primero, o tomando de regreso ese primero...