Ella no era la chica que él soñó.
Él no era el chico que ella imaginó para ella.
Ninguno de los dos era un ejemplo a seguir, pero por alguna razón del destino se volvieron indispensables uno para el otro.
Ella y él sufrían por amor, no por el mismo hombre. No de la misma forma. Pero lo hacían.
Y lo peor, es que quizá ninguno de los dos tuviera un final feliz.
O quizá... Sí.