CAPITULO I -Llegamos señorita-dijo el conductor mientras estacionaba el auto. Extendí la mano y le dí un puñado de dólares, baje el taxi y miré hacia arriba, aquel edificio era imponente, baje la vista de inmediato, era mediodía y la luz del sol dio de lleno en mi rostro lastimado mis ojos. Por lo que alcancé ver, calculé que aquel edificio tenía alrededor de nueve o diez pisos, quizás docenas de oficinas. -Con seguridad me llevará un buen rato dar con la de él, aunque no será muy difícil pues siendo la cabeza de todo este corporativo de la limpieza sabrán quien es él-pensé. Me dirigí a la entrada y la amplia puerta de cristal se abrió automáticamente al acercarme a ella, con el corazón latiendome la prisa entré y me dirigí a la recepción mientras que el guardia de la entrada me miraba de arriba abajo.