Allí estaban, ellos dos, en lo que ya hoy en dia pocos jovenes hacen con total autenticidad; un amor casi puro que iba a ser sujeto de una inminente separación y reencuentro. Casi una tragicomedia de idas y venidas. Y que esto entre ellos iba a ser simple. Que fueran protagonistas de miradas complices y sonrisas discretas dedicadas uno al otro, sabiendose leer cada mínima imperfección; sorprendiendose cada día más de lo poco que se conocen y disfrutando de ello. Algo premeditado pero espontáneo, y lo mas maravilloso, un romance puro, de esos que se ven una mínima vez en una vida.
Lía conoce a Alejandro por casualidad, ella no cree ni en casualidades ni menos en el azar, ella no sabia que el sería lo mejor (y lo peor) que le podría haber pasado.