La detonación resonó por todo el almacén, llevando su eco hasta la calle. Y a aquel disparo le siguió otro. Tocada. [...] Y lloró y lloró, rememorando una y otra vez su infierno personal. Hundida. [...] Sería difícil llegar a la orilla, pero sabía que el escritor jamás soltaría la única cuerda que la ataba a tierra firme. Rescatada.
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