Nigromancia: El Nuevo Mundo

Marcus Stchijmazter corría por las calles de la fría y desolada Oslo, en busca de ayuda. No podía contener la respiración, cada segundo era eterno y cada grito desgarrador, el sudor en su cara parecía un derrame de aceite caliente sobre su piel, sus movimientos se iban congelando poco a poco, simplemente el terror se apoderó de todo su cuerpo al ver que todo lo que alguna vez logró se desvanecía poco a poco. Llego a un callejón sin salida, una escalera rota representaba su única salvación. Mientras trataba de ponerla en pie podía sentir el aliento moribundo de sus compañeros caídos en el campo de batalla. De repente sintió una punzante sensación en su pecho, cada vez más intensa, una especie de espina venenosa que desmoronaba su sensible corazón llevándose en un simple suspiro cada rincón de su alma hasta el fin. Con su muerte caía el equilibrio del mundo, toda esperanza y todo final feliz que cualquier niño pudiera imaginar. Nadie ofrecería resistencia al poderío de los Orkanelos.