Creí que lo entendía; que podía asimilarlo, pero no del todo; no realmente. El rastro que dejaba, esa capa invisible de recuerdos, eran sólo cenizas preciosas que se avisaban en una lejanía alterna. No entendía que el final no lo era todo; que eran los pequeños momentos los que hacían uno completo y que su totalidad no era más que una ilusión lujosa de mi fantasía. No lo sabía, no conocía los detalles, pero al final comprendí que no es un total sino meras mitades; no es un final sino un trayecto angosto que nos envuelve para comprender lo que podemos llegar a ser.
Amar siempre lo concebí como una decisión; un sueño del alma que nos seduce en una nube de ilusiones semipreciosas. Amar siempre lo ideé como un rastro de ansiedad contenida que espera el momento para llenar nuestra totalidad. Amar siempre lo imaginé como una memoria, como un centenar de destellos que parpadean en el fondo de tu historia hasta quedar extintos.
Amar, puedo decir, fue el sentimiento mas preciado que mi aliento descubrió y sin embargo, creí que lo entendía, que podía asimilarlo, pero no del todo; no realmente.