¿Quién iba a pensar que en un hotel de campo -de un pueblito a treinta kilómetros al sudeste de Pittsburgh- me encontraría con una historia propia de mis series de televisión favoritas? Sentí el desayuno en la garganta. En segundos, se me ocurrieron varios giros para cambiar de tema, pero la mujer, la madre de la pequeña Lily, siguió hablando. Era como si supiese que me ganaban las ansias de escucharlo todo...