"A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo." Jean de La Fontaine
Pensaba que este año iba a ser mejor, pero con cada paso que él daba y se acercaba más a mí, mi teoría se sumergía en el fondo del Atlántico.
Todo indicaba que sería un jueves más de la semana, una rutina de la que todos ya estaban acostumbrados. Sin embargo, alguien abrió la puerta y como si fuera un presagio, todos voltearon a observarlo.
Allí parado, en los umbrales de la puerta del aula, se encontraba esa persona que haría que fracase en todo lo que había planeado para este año.
El profesor lo miró sorprendido y lo invitó a ingresar. Todos se quedaron viéndolo; cuando se acercó al centro del salón de clases pude apreciar su cabellera de color avellana, su tez pálida y sus ojos que sorprendentemente eran de color celeste. El Sr. Morrel le preguntó su nombre y él, con una calma excesiva contestó: Lance Fenstermacher.
- ¿Fenste... qué? -gritó Ariadna, que había dejado de discutir con su amigo de peleas para ver al alumno que se había integrado. La clase entera se reía de ella, mientras intentaba esconder su rostro sonrojado detrás de mi hombro. Entre ellos, el chico nuevo la observaba con ademán burlón. Su compañero de pleitos era el único que miraba con cara de pocos amigos.
-Bueno Fenstamache, siéntate adelante de Melissa -mencionó el profesor señalando hacia mi dirección. Pude leer sus labios que mencionaban: es Fenstermacher.
Y ahí estaba yo sudando frío, sintiendo cómo mi corazón latía con cada una de las pisadas que daba hacia mi dirección. Todo el mundo que conocía iba a cambiar cuando él se sentara adelante de mí. Un segundo más y no habría escapatoria; lo único que pude pensar fue: "No existe el destino".
( la historia tiene un montón de errores ortográficos, es el primer vistazo a la pequeña historia que he tenido en mente)
Es una historia LGTB, así que si no es de tú agrado, podes retirarte :)