Toda mi vida estuve aguantando las ganas de gritarle a la gente que se calle cuando hablaba a mis espaldas. Porque sabia que seria inútil, ya que seguro me tomarían por un ratoncito gritándole a un gato a punto de comerlo. Años pasaron de mi primaria, cuando mi padre me sacó de este lugar tan sucio y nos fuimos a vivir a Miami Beach. No soy el mismo niño flacucho lleno de granos que lo tomaban por burla. Cambié, de cuerpo y de nombre. Tengo amigos y novia, y regresé con ellos para partirle el culo a aquellos que algún día se burlaron de mis debilidades. Mi nombre es Ezequiel Gomez, y aquí les narro mi historia.