«Willy...» dijo una vez esa voz rasposa con sus ojos oscuros y tenue sonrisa. «Sam...» respondió de manera monótona el chico de manos hábiles y fría presencia. El suave resonar de las cuerdas hacen eco. Su resonancia hace vibrar a quien escucha. Traslada el arte plasmado apto para los oídos. Con sonrisas incompletas, los mismos ojos oscuros encuentra fascinante la manera en la que se desenvuelve el pianista en la sombra de su habitación lo mira desde el ancho ventanal.