Imagina a una joven con una piel y cabello increíblemente blancos, tan blancos como la nieve. Ahora imagina que esa misma joven tiene unos ojos de un color turquesa, bastante llamativos. ¿Listo? Bien, ahora tienes una imagen aproximada de mí.
Como te habrás dado cuenta, no soy una persona normal, no sólo por mi apariencia, mi personalidad fría e inexpresiva también contribuye en gran medida a mi rareza, así como mi inteligencia muy superior a la del promedio (y no, no es por presumir).
Viví mis primeros seis años de vida en un orfanato, en suburbio ubicado al norte de Inglaterra, conocido como Woolton. Como dije, solo fueron poco más de seis años, debido a que unos meses después de mi cumpleaños, un extraño hombre llegó al orfanato y me adoptó, llevándome con él a Japón (un cambio bastante extraño, si me lo preguntan).
Mi querido padre adoptivo resultó ser el director de una academia para jóvenes hijos de millonarios, por lo que él mismo tiene muchísimo dinero, pero eso no es todo; mi padre dirige una segunda escuela, ubicada en el mismo lugar que la primera, oculta y existente sólo para algunos pocos. En ella, entrenan a personas para convertirse en nada menos que exorcistas, misma en la que comencé a entrenar poco después de adaptarme a mi nueva vida (por decisión propia, claro).
Definitivamente mi vida no era normal.
Y se volvió aún menos normal cuando, el día de mi décimo primer cumpleaños, una lechuza apareció en la ventana de mi salón de música con una carta bien sostenida en su pico.
¿Hogwarts? ¿Qué era aquello? ¿Una escuela? ¿Magia? ¿Yo, una bruja? Eso tenía que ser una broma, esto no era lógico, la magia no existía.
Vaya que estaba equivocada.
Cuando acepté entrar a aquel internado no sabía todo lo que aprendería, no sabía el tipo de personas con las que me encontraría, y mucho menos sabía todos los secretos que descubriría, tanto de mi pasado como de otros.
Oh, definitivamente no tenía idea.All Rights Reserved