A una joven como Elizabeth nada le hacía falta, pues tenía amor, salud y toda la dicha que pudiera desear. Sin embargo, todo eso acabó cuando su supuesto ángel destrozó acabó con lo que consideraba una vida feliz, ahora sólo el fuego de la venganza era lo que consumía y alimentaba su alma. Con un corazón incompleto y totalmente roto, la muchacha jamás pensó que en su búsqueda por justicia, un ángel viniera a salvarla y a tomar su alma para unirla con la suya. Se dice que cuando una puerta se cierra, siempre habrá una abierta, la cual está dispuesta a otorgar una segunda oportunidad a cualquiera que la merezca y la desee. Y muy en el fondo Liz la deseaba y sobre todo, la merecía.