Suena el despertador, -¿Ya son las siete? Me levanto, desayuno y me voy corriendo hacia el autobus. Como todos los días lo he perdido, así que me toca ir corriendo a clase y llegar tarde. Por fin llego a casa después de seis interminables horas en esa cárcel con ventanas. Al llegar a casa hago los deberes y estudio si hay exámenes cerca. Hora de cenar, digo que no tengo hambre; me obligan a comer. Acabo de ''cenar'', me voy al baño, pongo la música alta y empiezo a vomitar. Por fin me puedo ir a cama a llorar, en paz. Todos los días son iguales, no tengo amigos y menos novio, tampoco hobbies. En realidad lo único que me gusta hacer es estar en cama llorando, y le dedico muchas horas. Siempre la misma historia, deja vu permanente al que algunos llaman ''vida'', hasta que un día, le conocí...