Corrí. Mis piernas ardían, no podía más pero tenía que correr, los ojos me perseguían. Aquel hombre cubierto de negro, pero sus ojos color aceituna y la tes blanca está en mi mente. Me persigue, no hay salida el callejón termina aquí, debo de correr llamar a mamá, ella me ayudará, ella es la única que me ayuda. Me tomó del brazo su tacto tan frío como el metal, sus dedos son delgados y finos como los de un artista pero no puedo mover mi brazo, me duele. Forcejeo pero él es más fuerte, me jala y me arrastra. -Basta, ya - Mi voz se escucha lejana, no parece la mía. -Camina, pequeña - Su voz es tan fría que me estremezco, parece hipnotizante, es ronca y ruda. Sus pasos se vuelves zancadas, tengo que brincar para seguirle el paso. Salimos del callejón, el hombre se volteo bruscamente y examinó mi rostro, como si quisiera comprobar algo, luego sonrió con sus dientes perfectamente alineados. -Él te espera, niña. Con esas palabras todo se volvió negro, luego... Desperté.
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