Sin darme cuenta en donde piso, caigo en el suelo y me acuesto en él en posición fetal. Las lágrimas se vuelven a apoderar de mí. -¡Sólo Dejenme salir de aquí, por favor!- imploro. De pronto, las butacas empiezan a temblar frente a mis ojos, y de la nada, pequeñas flamas de fuego se esparcen por todo el salón. Completamente resignado, me limito a sólo estar en el suelo y esperar a que el fuego termine con mi vida. Es inevitable ya no sentir el sueño pesado, y no aguantar cerrar los ojos. Por más que siento el calor en mi frente, aceptó la derrota y comienzo a quedarme dormido...
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