Cuando pienso en las probabilidades de mi muerte. Simplemente dejo de pensar. Sé que la vida está repleta de porcentajes tanto para vivir como para dejar de respirar. Y la verdad, es bastante difícil pensar en ello cuando todo parece normal y el olor a muerte no aparenta ni pretende inundar el lugar. Algunas personas cuya presentación apunta a psíquicos pero luego dicen solo leer el zodiaco, afirman que cuando llega el fin de nuestra existencia se puede percibir el aroma del pronto deceso. Cuando les preguntas con expresión torturada ¿Y cual es ese olor? Te responden que es como azufre. Entonces la idea de que la muerte puede ser excremento de vaca o caballo inunda mi mente. Es totalmente ridículo. ¿Por qué olería mal? Es decir, tiene sentido al hilvanar las ideas de morir y cadáver putrefacto. Pero la "pelada", como le dicen en el campo de mi abuela, no debería despedir ese asqueroso efluvio si ella no está pudriéndose. En fin, cuando llego "ese" momento a mi corta vida, y aunque no lo crean todas estas ideas pasaron por mi cabeza, no tuve la típica reproducción cinematográfica de mi infancia y posterior pubertad terminando con el primer beso, no. Cuando ese autobús me tacleo lanzándome fuera del campo y rallando mi cuerpo en el asfalto como si fuera queso, yo pensé que la muerte no olía a mierda más bien a jodidos pinos.