"Peldaño tras peldaño. Paso tras otro. Él se acercaba. La puerta, como siempre, se encontraba con pestillo, negándole paso a la bestia quien arrastraba consigo la vasta realidad. La eufémica realidad. -¿Un hijo atentando contra su padre? eres completamente un niño malo... y los niños malos merecen un castigo.- Y por el resquicio de la puerta, corrompiendo la agraciada habitación, se encontraba reluciendo aquellos orbes cerúleo embarrados en lujuria..."