Mi vida era tranquila, después de mucho sufrir, por fin las cosas estaban yendo bien. Eso, al menos, hasta que mi alcohólico padre decide pedirle dinero a Dominic Hoffman, el dueño de un bar de strippers y mi ex.
No hay forma en el mundo en que mi padre pague una deuda y Dominic no lo perdonará por el hecho de que es mi padre, tampoco aceptará pago a cuotas, él simplemente actuará si no tiene su dinero.
A menos claro, que yo me acueste con él, mejor dicho, que pase dos días a su plena disposición, para hacer lo que quiera con mi cuerpo. Dios sabe lo mucho que disfrutábamos cuando éramos novios, pero eso ha cambiado, no puedo tener sexo con alguien que está chantajeándome ¿o sí? ¿Y qué pasa si me enamoro de nuevo?
Pero entonces, me doy cuenta de que mi padre no sólo le debe dinero a Dominic y de pronto, mi ex es el único con el poder de ayudarme.
Teníamos un contrato donde especificábamos que no éramos amigos y mucho menos novios, aunque pasábamos más cosas de la que pasaban los novios. La relación es tanto difícil de explicarla pero nos era más fácil vivirla, improvisarla, gozarla.