Ese día habíamos quedado todas después de clase. Nos habíamos separado para ir a casa a comer y para que algunas se cambiaran de ropa, así como solían hacer normalmente. Yo no solía hacer eso, en esa época la ropa y el maquillaje eran unos grandes desconocidos para mi y ni siquiera me planteaba el conocerlos. Tampoco conocía los maravillosos mundos que los libros pueden mostrar, porque en mi casa nunca ha sido costumbre leer. Así que yo, cuando llegaba a casa, me tumbaba en el sofá y ponía la televisión, aunque no la escuchaba. Mi madre se encargaba de que no pudiera explicándome sus mierdas del trabajo, de mi padre o hablándome de los horribles que eran mis amigas.
Para mi madre ninguna persona era lo suficientemente buena para mi. A consecuencia, me pasaba los días sola en casa y revolviéndome en mi miseria. No era capaz de decirle todo lo que pensaba, siempre viví bajo su enorme protección y, en parte, sentía miedo. Pero también impotencia, quería ser autosuficiente y que no me comiera la cabeza con los fracasos de su infancia.
Ese día, como era de esperar, no quería que saliera, y me estuvo diciendo que debía estudiar y que tenía que acompañarla a alguna gilipollez aludiendo que esperaban verme a mi más que a ella.
− No, mama, me voy con mis amigas porque ya hemos quedado. Deja ya de darme la lata.
Menos mal que ese día decidí no hacerle ni caso, si esto no hubiera ocurrido así, yo ahora no estaría escribiendo esto, nunca hubiera cambiado y nunca habría conocido lo que se siente al ser querida y libre.
Es la primera vez que comparto algo de lo que yo escribo, así que me gustaría que me dierais vuestras opiniones acerca de este "trabajo".All Rights Reserved