No, decidió Annabeth, proponer el entrenamiento para una familia de mortales había sido tan mala idea después de todo. Aunque, sinceramente, era de lo más curioso que algo como un combate de armas fuera justamente lo que le devolvía a su familia, pensó la hija de Atenea. Pero era una hija de una diosa de la guerra, después de todo, y esto no eran sino gajes del oficio.