Mi nombre es Sebastian y soy un Dios, para ser más exactos, el Dios de la Muerte.
Mis padres son los grandes, Hades y Perséfone.
La vida en el inframundo es excelente, si no cuentas lo sombrío y solitario que es, pero siempre puedo ir a conquistar a unas cuantas ninfas en el Bosque de Artemisa, ir a las fiestas de Dioniso con sus sátiros, platicar con mi más grande y mejor amigo Apolo o molestar a mis irritables y amargados hermanos. Timeus el Dios del Miedo, aunque, sinceramente, da más miedo una babosa muerta; mi hermana Lilia, Diosa de la Obscuridad, ella sí que da miedo, incluso mi padre de vez en cuando se deja intimidar por su mal genio y bueno, al último estoy yo, Sebastian, Dios de la Muerte, el más guapo y sexy Dios que el universo haya conocido.
Pero hay un gigantesco problema, ¡mi padre quiere enviarme a mi lugar menos favorito en el universo!, la Tierra, donde todo es demasiado normal y cotidiano.
No me esperaba para nada encontrar el sentimiento más puro, potente y real de toda mi existencia, un sentimiento doloroso, horrible pero a la vez hermoso y maravilloso, un sentimiento llamado AMOR, para algunas personas letras huecas y sin sentido, para otras, letras llenas de vida, esperanza y luz.