Llega un momento en tu vida donde te preguntas por qué pasan las cosas, por qué hacemos lo que hacemos, y el por qué de tantas cosas sin sentido. Estaba a punto de cumplir veinte años y sólo tenía miles de preguntas sin ninguna respuesta. Cansada de las agobiantes y problemáticas relaciones que había tenido a lo largo de mi adolescencia, decidí no creer nuevamente en el amor... Pero apareció él, en el momento en que había perdido la fe en la humanidad, para hacerme ver que estaba equivocada, para enseñarme que hay cosas que no se aprenden en los libros, para hacerme ver las cosas con otros ojos. Tenía tres años menos que yo y sabía que no tardaría en salir lastimada una vez más, había decidido no creer en el amor, pero ya era demasiado tarde, ya su sonrisa había hecho efecto en mí.