Cuando el Sol se duerme, los motores se despiertan en la ciudad de Madrid. Las calles eran peligrosas, sin embargo, a ella le encantaba el peligro... Todos allí creían conocerla, pero no lo hacían en absoluto.
Todos tenemos secretos, y algunos no pueden contarse. No te puedes fiar ni de tu propia sombra.
Las cosas se complican cuando ambos se cruzan por las calles más oscuras de la ciudad. Eran diferentes, pero conocían mutuamente sus movimientos, como piezas de ajedrez. Lo que ella no sabía, era que él jugaba por partida doble...
Por otra parte se hallaba una chica tímida y risueña. Tenía la perfecta manía de sonreír siempre, pero ¿cuántas lágrimas debe contener para callar a sus demonios? Todos creían que ella era feliz, y es que iba con esa sonrisa tan preciosa todos los días que parecía que no tenía ninguna preocupación en su vida, cuando en realidad su mente era puro caos.
Entonces apareció él, queriendo reconstruir su pequeño y dañado corazón. Ella no creía en el amor. Le habían hecho tanto daño que no creía que alguien pudiera aumentar sus pulsaciones en cuestión de segundos, no podía imaginar que algún día volvería a enamorarse.
Ella era frágil como el cristal, él era duro como el diamante. Aunque al fin y al cabo, hasta el más duro cae, y hasta la más débil puede hacerse fuerte.