Noviembre 15, 1965
Amarlo sin duda fue lo mejor que en mi vida he hecho, aquella mi vida desgastada por el dolor de las ausencias y el humo del tabaco que aún habita dentro de mi cuerpo; nuestras distintas creencias nunca fue problema, porque cuando nuestras miradas se encontraban yo creía en él y, él creía en mí. Siempre supe que el tiempo no se compra, pero a veces deseaba que pudiera ser así aunque no poseyera de los recursos para comprarlo. A pesar de eso, si el destino hubiera considerado la vaga idea de darnos una eternidad, cada día le conocería algo nuevo, un pestañeo diferente o el color de sus ojos cambiar con el contraste de su ropa, de esa forma sabría que es un misterio su alma y yo era digna de su corazón; pero no era así. Cuando lo vi por primera vez, la luz de la luna fue reflejada en sus ojos, podría decir que fue esa la razón que hizo que lo amara, quizá por eso me perdía en él ¿Y, quién no? Cuando las cosas que amas se juntan, se crea una completa felicidad dentro de tu cuerpo y tus ojos tienden a iluminarse de tal luz que es imposible ocultar... pero tampoco era así, yo lo amaba aunque las razones para hacerlo ya no existieran. He creído que la mirada es relativa, que la gente se equivoca al buscar la verdad en los ojos, pero la única persona equivocada he sido yo, navegue hasta lo más profundo de sus pupilas, su recuerdo ha permanecido, pero él se desvaneció como el humo de una taza de café. Así como no sabremos del universo entero, o la vida dentro del océano, de la misma manera desconozco las razones por las que coincidimos, tengo una idea, como la gente la tiene de sus creencias, pero hemos compartido el mismo cielo, la misma luna, el mismo sol y tomados de la mano fuimos una sola alma. Fui su lugar para descansar como él fue el mío, fuimos un libro, un viento fresco, un mar, un espacio, una sonrisa, un perfecto horizonte y un árbol; fuimos todo lo que amamos, fuimos todo lo que hoy no existe... fuimos.