Elígeme a mí, ámame a mí.

Siempre pensé que las chicas que aceptaban ser las amantes de un hombre, eran mujeres que no se respetaban a sí mismas, que eran ingenuas por creer en las promesas vacías de los hombres. Que además eran egoístas por poner su placer sobre el bienestar de otros. Y sin embargo aquí estoy yo, dentro del clóset del hombre al que más he amado en mi vida. Cubriendo con una mano mi boca tratando de evitar que algún sollozo escape de mi garganta y con la otra mano sobre mi pecho rogando porque mi corazón detenga su frenético latir. Y él, el amor de mi vida está recostado en la cama fingiendo escuchar y mirando de reojo el clóset. Noto en su mirada una expresión de disculpa, por enésima vez me muestra esa expresión que tanto he llegado a conocer e incluso odiar. Intenta articular un "lo siento" pero decide que es demasiado arriesgado, así que solo sonríe como si nada estuviera pasando, besa y abraza a su prometida, mientras ella sigue hablando sobre los planes a futuro que tienen juntos. No quiero seguir escuchando, no quiero estar aquí más tiempo, no quiero esta situación nunca más.