scucho el caracteristico chirrido de la entrada y como acto de reflejo dirijo mi mirada allí, observo cada detalle de aquella niña que iba llegando, piel palida, cabello oscuro y largo, ese vestido rosa que siempre llevaba. Cada vez que ella llegaba mi corazon se paralizaba, diez minutos de retraso y no era nada raro, saludaba con un susurro timido y miraba al maestro esperando ordenes, luego, una mirada abatida pero a las vez emocionada cuando él le da un poco de libertad en su trabajo. Con sus manos torpes empieza a preparar su material de trabajo, ella era tan timida e insegura que parecia toda una novata en este taller. Dirije su mirada hacia mi y me descubre mirandola, se sonroja y se esconte tras su cabello al darse cuenta de que yo era complice de su torpeza y es que una vez más habia derrumbado la pila de pinceles de la repisa. Un metro y 60 centimetros de torpeza pura. Me rio levemente y no muevo un dedo para ayudarla, rapidamente se las arregla sola sin que nadie mas se eAll Rights Reserved
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